Cumbre conservadora en Neiva
Mi primer saludo es para mi querida madre Clema.
Para mis hijas… Para mis hermanos
Para mi tío Eduardo Serrano, mi mentor político de toda
la vida.
Para quienes organizaron este evento tan emocionante, lo
han hecho muy bien y con todo cariño. Mil gracias a todos
Invitados especiales.
Doctor Alejandro Ordóñez Maldonado
Doctor Carlos Holguín Sardi
Doctor Miguel Gómez Martínez, cabeza de lista al Senado.
Candidatos a la Cámara del Huila, Jaime Felipe Lozada,
Fernando Castro, Federico Diaz, Tito Murcia
Candidatos al Senado, Esperanza Andrade y Hugo Tovar
Marroquín
Presidenta de la Asamblea Departamental, Sandra Hernández
Periodista y abogado William Calderón, el famoso
Barquero, quien por fin aceptó venir a Neiva.
Queridos amigos y amigas de Neiva
y del Huila. Invitados especiales:
Quiero contarles una historia: la
historia de estas palabras
Hace ya varios años, en 2008,
cuando el Senado de la República estaba a punto de elegirme como su presidente,
me encontré en el Concejo de Bogotá al querido y nuestro expresidente Belisario
Betancur, conservador y hombre de letras.
Ese encuentro fue para mí un gran
honor: quería felicitarme por mi designación, y eso a mí, que todavía me veía a
mí mismo como apenas un servidor de mi región y de mi gente, me resultó
especialmente conmovedor. Pero además, el ex presidente me ofreció un consejo.
Lo escuché con atención, pues escuchar es una de mis costumbres, y más si se
trata de un hombre de semejante experiencia. Sus pocas palabras se grabaron en
mi memoria: “Hernán, jamás vayas a un acto público sin llevar tus palabras por
escrito”. Pensé en ese momento que tal vez el ex presidente dudaba de mis
capacidades oratorias, y por eso quería asegurarse de que llevara por escrito
todo lo que fuera a decir. Pero entonces añadió: “Este consejo lo recibí yo del
más grande orador político que ha tenido Colombia, el presidente Alberto Lleras
Camargo, hombre lleno de cultura y muy capaz con las palabras, pero que ni por
equivocación se aparecía a un acto público sin un escrito que consignara sus
ideas”.
La disciplina de escribir,
además, induce la necesaria disciplina de preparar: de pensar, de corregir, de
reflexionar, y de ofrecer entonces a la audiencia unas palabras que sean dignas
de su nivel. Dicen que un gran expresidente estadounidense, al que le
preguntaron cuánto se demoraba en preparar un discurso de 15 minutos, respondió
“cuatro horas”; le preguntaron entonces cuánto se demoraba preparando un
discurso de una hora, y dijo “hmmm… dos horas”. “¿Y de tres horas”, le
preguntaron, y a eso respondió: “nada, ese se lo echo ya mismo”. Esta anécdota
ilustra lo difícil y lo exigente que es preparar unas palabras, sobre todo si
son breves. No en vano Winston Churchill, el gran estadista británico, se
encerraba en su oficina y le decía a su secretaria: “No me pase llamadas en
toda la tarde: voy a preparar mi improvisación de mañana”.
Así, quiero que sepan que estas
palabras que voy a compartir con ustedes son fruto de reflexiones largas y
sinceras.
Reflexiones motivadas por una
ocasión como esta que si bien me honra, no deja de resultarme un poco difícil,
por cuanto, como saben quienes me conocen, soy ajeno a homenajes, y jamás he
buscado la pantalla ni el estrellato. Pero no podía más que aceptar con emoción
el único homenaje que me interesa: el que me hace mi propia gente, la gente de
mi tierra: aquellas mujeres y hombres por quienes quise siempre trabajar en
esta carrera parlamentaria que ya llega a su fin, y en el que, con la
imperfección y los errores que son propios de las obras humanas, traté siempre
de servirles, y espero haberlo hecho.
Y traté de servirles de muy
diferentes maneras. La primera, la más grata y directa, fue la de gestionar y
traer obras y recursos que la región necesitaba: ejemplo de ello son más de 10
mil viviendas urbanas y 5 mil rurales, y obras cruciales para nuestra
prosperidad como el distrito de riego Tesalia - Paicol. En total, obras y
beneficios por más de un billón de pesos para nuestro departamento.
Con toda seguridad puedo decirlo:
no hay municipio ni zona del Huila al que no hayamos llevado una obra, un
proyecto, una inversión. Lo hemos hecho de la mano de sus alcaldes, de los
concejales, de los diputados y de nuestros gobernadores. Con todos, sin
distingos partidistas. Por ejemplo, la vía Isnos – Paletará – Popayán, una de
las más importantes conexiones viales de Colombia hacia el Pacífico y Ecuador,
en la que hemos logrado notables avances de pavimentación, haciendo permanentes
gestiones como Bancada Surcolombiana ante los recientes cuatro gobiernos
nacionales. Aunque faltan 37 km para completar la tarea, lo hecho hasta ahora
en un tramo que cruza el Páramo del Puracé es destacado.
Y hubo otra forma en la que quise
servirles a los huilenses, una que es menos grata pues suele acarrear la
incomprensión y a veces la ingratitud: la de actuar como líder político y
representante de la región en tiempos de extrema dificultad nacional, tiempos
de aquellos que obligan a tomar decisiones difíciles. Y puede acarrear también
el riesgo a la integridad personal, aun cuando ello debería ser, como fue para
mí, una consideración secundaria en un líder que se ha comprometido a servir a
su gente y a su país en tiempos de crisis. Como aquellas horrendas épocas de
finales de los noventa, cuando la crueldad guerrillera se ensañó contra nuestro
Huila. En ese entonces apoyé el esfuerzo de paz del presidente Pastrana, aunque
con constantes dudas, pues mientras hablaban en el Caguán, los jefes de las
Farc ordenaban secuestrar a nuestra gente, asesinar a nuestros soldados y
policías, y destruir nuestros pueblos. Y ordenaban también matarme o
secuestrarme: en comunicaciones radiales, el infame “Mono Jojoy” reclamaba
airado a la columna “Teófilo Forero” y a su tenebroso jefe, alias El Paisa, en
el Huila y el Caquetá por no haber logrado secuestrarme o asesinarme. Escapé a
la muerte y al secuestro en más de una ocasión, gracias a la fuerza pública,
gracias a gentes del pueblo que me protegieron, y en una ocasión gracias al
valor de mi hermana Esperanza. Y sobre todo gracias a las oraciones de los
campesinos que la acogieron y la protegieron allí.
Años después, convencido de la
necesidad de corregir el rumbo, apoyé de manera decidida y fiel la política de
seguridad democrática de Álvaro Uribe, gracias a la cual el Huila recuperó la
fe en su presente y en su futuro: vimos que no estábamos condenados para
siempre a vivir bajo el azote criminal de la guerrilla.
Tuve luego que tomar una decisión
difícil, la cual me valió la incomprensión de muchos coterráneos, incluso de
muchos amigos míos. Pero como les contaré, hoy, seis años después, no me
arrepiento de haber tomado dicha decisión, pues creo que sus frutos son
visibles, concretos y provechosos. Pero tampoco guardo ningún rencor o
resentimiento contra quienes se distanciaron de mí por ella, o contra quienes
me fustigaron duramente por haberla tomado: parto de la premisa de que actuaban
de buena fé siguiendo sus propias convicciones, y de hecho les agradezco por
haberme ofrecido sus opiniones, pues lo que enriquece a la conciencia humana
son las perspectivas contrarias y desafiantes, no aquellas que nos llevan a
regodearnos en la comodidad de lo que ya creemos.
Me refiero, como ya se habrán
imaginado, al proceso de paz entre el gobierno y las Farc. Cuando el Presidente
hizo el anuncio de dicho proceso, los huilenses teníamos dos cosas en la
memoria inmediata: la crueldad con la que nos trató la guerrilla, y la manera
como, mediante la reafirmación de la autoridad legítima del Estado, las Fuerzas
Militares doblegaron a esa guerrilla y la sometieron. Por ello, muchos
coterráneos no comprendían por qué había que pasar a un escenario de
negociación. Tras estudiar el problema, mi propia conclusión fue que el
ejercicio de la autoridad constitucional del Estado había logrado llevar a las
Farc a una situación en la cual sus perspectivas de lucha armada estaban
acabadas, y no les quedaba otra opción más que pactar su ingreso a la política
y la deposición de sus armas. Decidí apoyar el proceso cuando me dí cuenta de
que, a cambio de eso, no iban a obtener ni se les estaba prometiendo nada de lo
que habían exigido en negociaciones pasadas: ni un acceso directo al poder, ni
una constituyente con cupo fijo, ni que en la mesa de negociación se
reestructuraran el Estado y la sociedad. Se acordó finalmente que las Farc
dejarían las armas y entrarían a la política, a cambio de unas concesiones que
a unos parecen excesivas pero a mi parecer son menores, pues no comprometen de
manera estructural nuestros valores y principios constitucionales. Y hoy, al
recorrer nuestro departamento, y al recorrer tierras vecinas como aquel Caquetá
donde pasé tan felices años de infancia, puedo constatar que la sucesión de
ambas políticas ha traído un desenlace feliz: la reafirmación del orden
constitucional mediante el ejercicio legítimo de la fuerza militar, seguida de
una negociación en términos aceptables.
Pero claro, no fue este el único
caso en el que tuve que tomar, a conciencia, decisiones que iban en contrario
de la opinión de muchos coterráneos y amigos. Pero que solo consultaban el
interés común y la visión de largo plazo. Como la reforma a las transferencias
(el famoso proyecto 012), con el que fui blanco de masivos ataques de campaña
de los sindicatos. Pero hoy el tiempo nos da la razón: la educación es hoy el
segundo monto en el presupuesto nacional, apenas superado por las crecientes
pensiones; la cobertura educativa es universal; la salud, con todos sus yerros
y problemas, es hoy de acceso a cualquier colombiano. Sin ese vilipendiado 012,
el país iba rumbo a la quiebra fiscal.
Y en ese contexto de las intensas
discusiones, logré también que el Huila saliera inmensamente favorecido. En
casi todos los debates voté en contra del 012 pues inicialmente el proyecto era
centralista afectando gravemente a las regiones. Pero al final, haciendo parte
de la Comisión de Conciliación, logré que el entonces ministro de Hacienda,
Juan Manuel Santos, aceptara que la Nación pagara a partir de esa fecha la
nómina de cerca de 500 docentes y administrativos de la educación del Huila. En
ese momento el costo anual, vía regalías nuestras, era de unos 10 mil millones
de pesos. Hoy supera los 40 mil millones de pesos anuales, un gran espacio de
plata para muchos proyectos sociales de los opitas.
Medida antipopular que votamos en
su momento también fue la Ley 617 de ajuste fiscal, que evitó la quiebra y
desaparición de centenares de municipios y les apretó el cinturón a los gastos
burocráticos de todos nuestros pueblos y ciudades. Por el 012 y la 617 muchos
promovieron campañas durísimas en mi contra; algún sindicato mandó imprimir
miles de carteles con mi cara. Para razones el tiempo.
Pero ya en este momento de mi
carrera política, en el cual me apresto a dejar la vida parlamentaria después
de dos décadas de ejercicio, estos casos me suscitan una reflexión sobre el
liderazgo: ¿Qué clase de líder sería aquel que se limita a hacer lo que las
mayorías quieren, o lo que las tendencias le indican, o lo que las redes
sociales señalan? No sería un líder, sería una veleta al viento, sin criterio
propio, sin nada que aportar, y listo para moverse a cualquiera sea el vaivén de
las tendencias. El verdadero líder, creo, debe tener el valor de reconocer
aquellos casos en los cuales debe llevar la contraria a lo que parece ser la
tendencia mayoritaria, cuando quiera que todos los elementos, cuidadosamente
analizados, indiquen que esa decisión es la mejor para el país, para la región
que representa, y para sus gentes. Claro está, debe hacerlo siempre dentro de
un espíritu de diálogo, y con la mayor disposición a escuchar. Pero al líder se
le elige para que lidere, para que muestre un camino, y no para que se limite a
complacer en todo a lo que parecen ser las tendencias de opinión.
Estas remembranzas me dan espacio
para anticiparles que esos y muchos otros episodios de trascendencia para
Colombia, en los que he tenido el honor y el privilegio de participar, hacen
parte del libro que ya tenemos listo para presentarle a todos ustedes y al
país, una especie de memorias políticas de las tres últimas décadas.
Y ya que estamos en estas
reflexiones, les comparto otra, surgida también en estos días en los que ya me
despido de mi experiencia parlamentaria. Los colombianos tenemos mucho por
hacer, y tenemos un horizonte muy amplio de cambio cultural y personal. Parte
importante de ese cambio es que empecemos a ver al parlamentario como agente de
grandes transformaciones, y no solo como gestor de favores particulares. Y que
les evaluemos por lo bien que sirven al país, y no por si nos tramitaron
intereses puramente personales. No les miento: a mí me llevaron hojas de vida
al entierro de mi papá. Y una vez, en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, una
señora me siguió hasta el baño de hombres, donde yo me estaba cambiando, para
pedirme una gestión similar. Yo siempre me he sentido feliz de ayudar a la
gente, y de usar mi posición para mejorar la vida de quienes acuden a mí: pero
hago un llamado a que veamos en el parlamentario aquella persona a quien hemos
confiado un mandato para que tome grandes decisiones en bien de todos, y no
necesariamente quien me va a agenciar una necesidad personal.
Al respecto no quisiera hacer más
balance que este: hice lo que pude. Entregué mi vida a las regiones a las que
representé, y no voy a negar que lo hice con gran sacrificio personal. Nada de
esto me ha traído provecho ni lucro: de hecho, es curioso que mis problemas
judiciales surgieron, paradójicamente, de mi propia iliquidez, y de la
necesidad de buscar quién me prestara un dinero. Pero hoy descanso tranquilo,
consciente de jamás haber violado la ley ni haber usado mi investidura
parlamentaria para enriquecerme; fui desde niño una persona de recursos
modestos, y crecí en una familia trabajadora: hoy me retiro con un patrimonio
modesto, y con la conciencia de haber sido un hombre trabajador. Y también con
el orgullo de haber presidido mi colectividad, el querido Partido Conservador
Colombiano, durante el año anterior y el comienzo de este: cuando llegué a
dicho cargo, encontré un partido sumido en las dificultades financieras, y con
una estructura administrativa ineficaz e inoperante: tuve que proceder a tomar
decisiones difíciles, las cuales crearon para mí un ambiente duro y hostil en
algunos sectores; vino luego ese difícil momento, cuando injustamente y sin
pruebas se me quiso vincular con el escándalo que hoy se llama “cartel de la
toga”.
Queridos amigas y amigos: con la
frente en alto, puedo decirles a Ustedes y al país que mi hoja de vida sigue
limpia… y en los bancos con el saldo en rojo desde que empecé este largo
trasegar político.
Como ocurre con quienes asumimos
el alto riesgo de la actividad pública en Colombia, siempre estaremos expuestos
a que los órganos de control examinen nuestra conducta. Y así lo ha hecho la
honorable Corte Suprema de Justicia: he debido afrontar 10 procesos ante su
Sala Penal. Hoy puedo decir con la frente en alto, de cara al país y a todos
ustedes, que solo quedan pendientes DOS indagaciones preliminares, una por el
llamado “cartel de la toga”, en el que ustedes ya han escuchado las versiones
procesales que descartan cualquier acto irregular de mi parte.
Y otra por mis gestiones, todas
hechas con transparencia y solo en el afán de ayudar a centenares de alcaldes y
concejales, en la desaparecida Dirección Nacional de Estupefacientes.
Guardo la esperanza, con toda
certeza, de que el próximo 20 de julio cuando entregue mi curul, todos los
expedientes hayan quedado cerrados a mi favor. Y con un solo argumento: que he
actuado con apego absoluto a las leyes y a la institucionalidad.
Ya con mi nombre limpio, de cara
al país, veo con alegría cómo el Partido Conservador se fortalece, y renace en
ambiciones para lograr grandes resultados en la próxima elección parlamentaria.
Por eso hoy me enorgullece decirles
a todos mis paisanos que la Unidad Conservadora es un hecho en nuestra región.
Aquí estamos todos jalando para el mismo lado con una lista de lujo para la
Cámara de Representantes:
JAIME FELIPE LOZADA. Permítame
Pipe tomarlo como referencia para un reciente debate en el que el Partido fijó
su posición contundente: las mal llamadas curules para las víctimas. Si de
víctimas y curules hablamos es Usted el más fiel, y doloroso, representante. El
país sabe del terrible drama y el ensañamiento de la violencia con su familia.
Jaime Lozada Perdomo, su padre, mi primer mentor político hace más de 25 años
cuando me nombró su Secretario General en la Contraloría del Huila, entregó su
vida buscando la libertad suya, de su hermano Tatán y de nuestra querida Gloria
Polanco. Usted vivió en carne propia el infame flagelo del secuestro cuando
apenas estaba saliendo de la niñez. Y qué papel el que ha cumplido como vocero
real, evidente, de las víctimas en el Congreso de la República. El talante de
su padre Jaime está aquí con Usted, apreciado Pipe.
JORGE EDILSON MURCIA. Para todos,
Tito Murcia. Garzón y el centro del Huila han sido testigos del temple, la
personalidad arrolladora y la inteligencia de este abogado, Magister, profesor
universitario, destacado servidor público en el Departamento y en la
Procuraduría. TITO, sobra decirlo, es un apasionado de las leyes y de la
política, como debe serlo quien enfrenta la tribuna pública. Seguramente
algunos de sus amigos, y sobre todo sus malquerientes, no le perdonan que sea
tan frentero, que no arrugue para decir las cosas. Sin duda ninguna, Tito, de
lograr su curul, será figura descollante en el Congreso.
FERNANDO CASTRO POLANÍA. Nano
Castro, con toda la sangre y el linaje de una de las grandes familias políticas
del Huila, descendiente del recordado médico Manuel Castro Tovar y doña Fanny
Polanía. Sobrino del enorme Héctor Polanía Sánchez. Pero no por ello Fernando
es lo que es; lo tenemos aquí es por su inteligencia, por su carácter de
destacado médico, de los mejores; por su liderazgo surhuilense y cafetero y por
su personalidad bonachona y a la vez firme. Fernando, como lo dice su campaña,
se la juega por su región, por Pitalito, por el sur del Huila. El Congreso
ganará un gran líder laboyano; la medicina perderá a un prominente médico.
FEDERICO DIAZ ALVIRA. Federico es
la cuota neivana, es hoy nuestro anfitrión en su casa. Alejado por algunos años
de esta su tierra, ha regresado con todos los bríos; primero lo intentó como
precandidato a la Alcaldía de esta capital y en otro partido desdeñaron su
experiencia, su capacidad y su trayectoria profesional en el exterior.
Federico ha hecho un alto en el
camino para enfrentar esta batalla electoral. Y fiel a su perfil, nos dice que “Exportar
es ganar”; nos quiere aportar todo su conocimiento en comercio internacional,
harta falta que nos hace saber cómo vender tanto nuestro turismo como el café,
la tilapia y los conocimientos de los opitas. Neiva y el norte del Huila están
muy bien representados en Federico, como Teruel y el occidente con Pipe; Garzón
y el centro con Tito y Pitalito y el surhuilense con Fernando.
Lo digo sin miedo y con toda
seguridad: Será la lista más votada en el Huila.
Y en ese espíritu de optimismo,
no puedo terminar sin expresarles la felicidad que siento al saber que mi
hermana ESPERANZA ocupará prontamente una curul en el Senado de la República. Y
lo hará, porque el electorado de esta región y de otras vecinas le reconocerá
su talento y su capacidad, y le encomendará su voto con todo entusiasmo. ESPERANZA
siempre estuvo a mi lado: colaboró en todos mis esfuerzos, y me prestó su
coraje en momentos de cansancio y debilidad. A ella no solo le agradezco por
todo, sino que le deseo los mayores éxitos, sabedor de que el Senado tendrá en
ella una de sus más destacadas integrantes, y de que su ejemplo inspirará a
muchas mujeres colombianas a decidirse por el servicio público.
Y qué grato tener a su lado, como
digno competidor en el Huila en nuestra lista del Partido Conservador, al
brillante abogado penalista y líder político de muchos años, HUGO TOVAR
MARROQUÍN. Formado al lado de dos egregias figuras, nuestro Rodrigo Lara
Bonilla y Luis Carlos Galán Sarmiento, valiente uribista y ahora reclutado en
estas toldas azules, Hugo Tovar es un candidato de postín, un orador como los
mejores de Colombia. Su presencia en el Senado será orgullo para el Huila.
Esperanza y Hugo serán una llave
de prestigio, de peso y de capacidad en el Senado de la República.
A los organizadores, de nuevo mil
gracias.
A los invitados especiales, mil
abrazos. Este es su partido, el partido de Colombia.
Periodistas, medios de
comunicación, como siempre lo he sido, respetuoso de su trabajo y gracias por
estar aquí.
A todos ustedes, grandes amigas y
amigos. Mil y mil gracias.
Mil gracias a todos.
Comentarios
Publicar un comentario
Siga revistalaregion.blogspot.com