Desde hace 3 años José Miguel León, trabaja para la parroquia de San Antonio en su condición de sepulturero. "Mi trabajo aquí es con los muertos, y todos los días debo estar para cavar fosas, construir bóvedas, enterrar a los muertos y hacer los arreglos que embellezcan este campo santo". "El oficio de sepulturero es quizá uno de los más ingratos, el menos apetecido por los trabajadores y el más solicitado a la hora de ir a la tumba", dice José Miguel. “Hay días en que tengo que cavar hasta 7 fosas, y este es un trabajo demasiado duro, pues no tengo ayudante, y termino en la noche rendido de los brazos, pero igualmente, debo enterrar esos siete cuerpos, e imagínese usted, el camellito". "Hay cosas difíciles en este oficio, como por ejemplo, soportar la altanería de algunos deudos, que a la hora de sepultar a sus seres queridos llegan bajo los efectos del licor, y forman toda clase espectaculos, se quieren meter a la tumba, gritan, lloran, y en fin, hacen l